About Me

Medellin, Colombia
Pensar, imaginar, expresar, plasmar, figurar, opinar…la simpleza hace parte de mi vida, con ella soy capaz de llenar vacíos insólitos, de alegrar momentos amargos, de apreciar lo que significan las letras, de volar en mundos extraños por medio de palabras escuetas…existen miles de rarezas que engrandecen mi existir, con ellas inspiro mi alma, inspiro mi ser…por ellas soy lo que soy, por ellas me apasiono por lo que hago, lo que siento, lo que vivo cada instante en que las letras, la fotografía, la música, las imágenes, los chocolates, los colores, pasan por mi lado para hacerme creer que hay en el mundo experiencias inigualables, prescindibles, especiales…

domingo, 27 de abril de 2008

NI SE COMO SE LLAMA ESTO

En estos días me pregunté qué hay después de la muerte. Fue una inquietud molesta, como muchas otras que pasan por mi cabeza, pero me perturbó por varios minutos, mejor dicho, por horas y horas!!

No es fácil llevar una vida llena de obstáculos e intentar sobrepasarlos moderadamente, porque en medio de ellos te puedes tropezar y fracasar. Sin embargo, siempre existe una razón poderosa para levantar tu cabeza, mirar hacia el futuro y entender que no hay nada lo suficientemente intenso para derrotarte.

Prefiero no entrar a dar detalles exhaustivos sobre las razones verdaderas de mi ingenuidad, sólo tenía deseos de escribir para encontrar el porqué de todo esto…el porqué de la incertidumbre….

Soy conciente de la falta de profundidad de este texto, además no pretendo que sea del agrado de alguien…lo hago por desahogarme…de todas formas, gracias por tomarse el tiempo de leer un texto tan aburrido y abrumador como éste.

sábado, 9 de febrero de 2008

PENSANDO EN VOZ ALTA

Su cigarrillo iba por la mitad cuando entré en la sala de espera del hotel. Estaba sentado frente a dos sillas vacías y para juzgar por sus expresiones faciales, parecía no estar muy a gusto con su soledad.

Miraba de un lado a otro como intentado encontrar algo, como si quisiera que alguien tomara la iniciativa de dirigirle la palabra aunque fuera para decirle “buenos días”.

Por unos segundos, volteó su rostro hacia el lado donde yo estaba. Yo, intimidada por su mirada intensa, penetré mis ojos en el periódico del día que estaba sobre una mesa de té.


Continuaba impaciente. Movía sus piernas incansablemente, las cruzaba y descruzaba con frecuencia, hasta que la aburrición, la bulla o el desespero lo hizo caminar hacia el restaurante, que por cierto, a esa hora, estaba solo.

Pasó por detrás de mí, yo continué leyendo y, tras pasar unos minutos quise ver las noticias en la televisión. No me percaté en ningún momento que él se dirigía hacia donde yo estaba.

Me iba a poner de pie para irme cuando sentí la voz de un hombre, gruesa y enredada que me pedía permiso para fumar en el asiento frente a mí. Yo con mi cabeza asenté para decirle que no me molestaba y mas si me iba a ir.

Tomé mi bolso, mire mi celular para ver la hora y él entabló una conversación para romper la monotonía del silencio. Era difícil entenderle, sin embargo, hice un esfuerzo para deducir lo que me contaba.

Comenzó diciéndome que se sentía extraño de estar en Medellín, ya que hacia treinta años no venía. Su madre, en medio del temor por el terrorismo y la situación crítica de la época, decidió enviarlo a Estados Unidos a que él mismo escribiera su propia historia lejos de las cadenas del dolor.

La separación de sus familiares y amigos se convirtió en un borrador para su memoria, poco o nada era lo que recordaba de su vieja casa y era insólito como había olvidado por completo las calles de su ciudad natal.

Mientras seguía hablando, sostenía un cigarrillo Malvoro entre sus dedos, que no prendió hasta que yo me fui del hall. Continuó su historia. Parecía que había sido un poco traumática para él, pues el gran amor de su vida lo abandonó cuando su hijo apenas tenía tres meses de nacido. El dolor le invadió y nunca entendió la razón verdadera, pero nada fue tan grande como el amor que tenía por su primer y único hijo.


Trabajó incansablemente en Las Vegas para darle la vida que se merecía y para que algún día, conciente de lo que tenía que hacer, agradeciera todo lo que su padre había hecho para sacarlo adelante.

Ahora su hijo tiene 18 años y ama la vida que ha llevado a su lado, no se interesa por tener un contacto directo con su mamá y estudia fuertemente para ser una gran persona.

No recuerdo exactamente como llegue a contarle sobre mi hija, Luciana, pero supe en el momento cuan orgullosa me siento de ser mamá. Si tan solo ella llegará a imaginarse el esfuerzo que sus papitos están haciendo para darle todo el amor del mundo, sabría de inmediato que es la niña más afortunada del mundo. Pero ¿saben? Creo que es así.

La conversación se interrumpió por 10 segundos. Luego me miro y aseguró que su país, su gente, su comida, ¡su todo! no lo cambiaría por nada del mundo.

Mientras escuchaba la reflexión, recordé mi año y medio por fuera del país y supe de inmediato que realmente había sido tocada por un ángel, porque al volver a mi casa comencé a ver la vida desde otra perspectiva, comencé a crecer realmente.

He agradecido siempre el esfuerzo que mis padres hicieron por darme esa gran oportunidad, sin embargo, creo que no hubiera logrado lo mismo si hubiera permanecido en el “país de las oportunidades”. Me parece ”necia” esa determinación, pues las oportunidades las construimos nosotros mismos a medida que caminamos, tropezamos y aprendemos de nuestros errores.

No pensé nunca que alguien tan sencillo, con una imagen tan impecable y que yo no conocía, llegaría para mostrarme un punto de la vida que yo había dejado en el olvido, no porque quisiera, sino porque mi memoria es rebelde y se abstiene de mostrarme siempre lo que quiero.

Finalmente, luego de otro tormentoso silencio, decidí pararme. Me preguntó mi nombre, le respondí y con una grata mirada me dijo con una sonrisa gratificante y satisfactoria: “Mucho gusto, yo soy Juan Carlos”.
INFORMAR VS. RELATAR

Estuve leyendo hace pocos días un libro que me llamó mucho la atención. No revelaré el nombre por cuestiones privadas, pero puedo asegurarles que la excelencia en él suscita una incógnita de cómo estamos escribiendo los periodistas o, mejor dicho, quienes vamos en ese camino.

Siempre se ha dicho que la objetividad es un principio fundamental para el desempeño periodístico, pues no pone en tela de juicio, ni muchos menos dan conclusiones sobre los hechos insólitos que aturden el mundo.

Igualmente es cierto que muchos lectores no esperan leer un mensaje directo de lo que siente o percibe un periodista, ello puede ser relevante o indiferente para su vida, y por eso se sobresaltan apenas ven que el texto puede ser descriptivo, detallado e insólito.

Sin embargo, al yo ser una lectora despierta a lo que las letras consignaban en el libro, me di cuenta que, ciertamente, hemos cometido un error al enclaustrarnos, por decirlo de algún modo, en un estilo que poco o nada tiene que ver con la percepción que tiene un periodista sobre su entorno.

Creo que pocas veces se ha dejado un camino abierto en un medio de comunicación escrito para contar un hecho noticioso de una forma diferente, donde el lector sienta lo sucedido, donde mire a su alrededor para darse cuenta qué fue lo que realmente sucedió, donde sea conciente de que su vida está rodeada de otras cuantas que caminan desmesuradamente sin mirar fijamente a un destino concreto.

Puede decirse que la vida del periodista esta siendo encasillada como un animal al que está programado para realizar cualquier cosa, no importa lo que sea, siempre tendrá que ser igual, siguiendo unos parámetros establecidos para “no confundir al mundo”.

Respeto enormemente los diferentes estilos periodísticos que han sido revelados a lo largo de la historia, pero pienso muy en el fondo que hemos anclado en un lugar desolado, carente de sentido profundo, de imaginación, de color.

Sería fantástico que cada quien pudiera tomar sus propias conclusiones, como se dice para las noticias, pero desde una lectura profunda y descriptiva, que de entrada libre a la primera persona y donde denote la voz del periodista como observador principal de la investigación exhaustiva.

A partir de hoy quisiera vislumbrar un camino seguro donde pudiera lograr lo que hasta ahora he dicho, pero soy realista. En ciertas ocasiones es necesario seguir el estilo noticioso, no obstante, espero que en mi desempeño como profesional tenga la oportunidad de generar un cambio con mi pensamiento, con las palabras que escribo, con las historias y opiniones que tengo y que quiero contarle al mundo.

La idea sería hacer lo que muy pocos hacen, mirar donde parece que no pasa nada para mostrarlo en una historia, no informar a mucha gente lo que pasa con pocos de ellos, porque ahí se incurre en el error de clasificar a la sociedad, de darle importancia a unos cuantos mientras que los otros tienen cosas que contar y son ignorados porque no están dentro de un modelo de información establecido.

Es ahí donde el periodista pierde su rumbo. Deja que todo marche como un reloj y espera órdenes sin hacer algo para generar un cambio en el mundo, renuncia a su labor social, deja a un lado su integridad, sus sentimientos, sus convicciones para volverse como una piedra imposible de romper.

Me gusta pensar que más adelante el futuro periodístico será diferente, me gusta pensar que la razón de esta maravillosa labor no sólo sea informar, sino generar un cambio de conciencia, dar lecciones de vida, forjar lectores interesados en percibir nuevas experiencias, y lo más importante, concebir el entorno en que vivimos como un mundo lleno de fantasías que están por contarse.

martes, 22 de enero de 2008


RESURGIENDO DEL AVISMO
Tras una larga espera, por fin volvieron a ser libres. El cansancio y la agonía por la que pasaron tantos años en cautiverio ahora no importaban, porque la luz del día ahora iluminaba un nuevo camino para recorrer.

Las voces silenciadas por un arma de fuego, cobran nuevamente su color para enseñar al mundo lo que fue su vida tras caminar incansablemente en medio del monte espeso, tras sentir que su final estaría por llegar en un lugar recóndito del país, sin darles esperanza de regresar para abrazar a los suyos.

Las gracias no se hacen esperar, y un beso se vuelve más expresivo que mil palabras. El mundo está conmocionado y espera tener más respuestas positivas en un país donde la violencia, el secuestro, el narcotráfico y la corrupción se han vuelto comunes para todos. Pero, ¿alguien se ha puesto a pensar que nos hemos ido acabándonos por nuestra propia indiferencia? Por ahora, creo que no.

Desde pequeños nos hemos acostumbrado a ver en todos lados que nuestro país esta al borde del abismo y hemos crecido quejándonos, resentidos porque no podemos poseer la tan anhelada paz.

Tras observar lo sucedido, algunos continúan peleando y criticando, mientras otros guardan la esperanza de tener una salida. Sin embargo, el dolor sigue magullando las heridas del corazón. Nadie ha interiorizado que la respuesta está en que nosotros nos liberemos de las cadenas que atan nuestro existir a la indeferencia, a la cobardía, a la injusticia, a la indolencia.

Nos hemos encerrado nosotros mismos en ideas sin sentido, mientras que el mundo sigue derrumbándose a pedacitos allá afuera sin que nadie haga nada por ello.

El grito de protesta es la voz de fortaleza de aquellos a quienes les han arrebatado un ser querido, no obstante el resto de Colombia sigue mirando aterrorizado las imágenes que pasan en los medios de comunicación, esperando que alguien mueva un dedo para llegar a un acuerdo.

Aún no he logrado entender cómo en Colombia se nos ha hecho costumbre decir que sentimos el dolor ajeno cuando realmente lo que hacemos es hablar por hablar, porque todo lo volvemos dramático para captar la atención de los demás sin llegar a tener una idea mínima del daño que podemos causar.

Es cierto que el país ha logrado tener un minuto de suspiro por la liberación de Clara y Consuelo, también es cierto que la felicidad nos ha inundado porque Emmanuel está bien y podrá crecer al lado de su madre y que gracias a esto el año augura un nuevo porvenir para Colombia.

Pero no nos quedemos sentados expectantes a lo que pueda suceder más adelante, mirémonos a nosotros mismos para generar el cambio, escribamos una nueva historia donde riamos de nuestras penas y lloremos de alegría por vivir en un país maravilloso donde todos nos sintamos orgullosos de ser colombianos.